miércoles, 17 de febrero de 2010

UN CAMINO DE SOLEDAD.

Fue como en un cuento de hadas, sin proponérmelo y menos buscarlo, llegó a mi vida el que creía mi príncipe azul, cuando menos lo esperaba. Creo y quizás puedo asegurarlo, que fue amor a primera vista. Nos conocimos en un vuelo con destino a Brasil, para él era un viaje de negocios, para mí un viaje de placer, iba de vacaciones para el carnaval de Río de Janeiro. Estábamos sentados muy cerca, él me miró y me cultivo con su mirada de hombre inteligente, guapo y conquistador. Me gustó mucho su forma de mirarme, era una mirada limpia, pero que reflejaba admiración. Esa mirada castaña la sentía en todo mi cuerpo, y sentía en mi estomago mariposas que volaban con una gran velocidad. Cuando me sonrió, sentí que mi corazón latía fuertemente, su sonrisa muy bella, unos dientes perfectos. Nunca había sentido esa sensación tan fuerte y ligera a la vez.

Yo estaba sola en mi asiento, sin decirme nada, se sentó a mi lado. Yo estaba un poco nerviosa, pero feliz al mismo tiempo, ese hombre me atraía mucho. Comenzamos a platicar, del viaje, de su trabajo, un poco de nuestra vida personal, nunca me pregunto si era soltera o casada, yo tampoco le pregunté, estaba fuera de este mundo, era mas que suficiente tenerlo a mi lado, saber su nombre y a que se dedicaba, creo que él también pensó lo mismo de mi. Tenia un buen sentido del humor, y el viaje se me hizo corto, no lo sentí, me la pase riéndome de sus chistes y locuras. Me dijo que le gustaba mi pelo, y mis ojos tristes.
No era el primero que me decía que tenía unos ojos bonitos y una mirada triste. Pero yo no estaba triste, por primera vez, después de más de un año, volví a reír con ganas.

No lo volví a ver, llegué de mis vacaciones. Lo extrañaba, sabía mi número de celular, pero habían pasado tres semanas y no me llamaba. Yo tenía su tarjeta de presentación, pero tampoco me atrevía llamarlo, no quería demostrarle lo mucho que me interesaba. Pero para mi sorpresa, un día apareció en mi trabajo, con unas rosas rojas. Me sentí la mujer más feliz del mundo. Salimos a comer esa tarde, al otro día fuimos al cine, el siguiente sábado fuimos a bailar, y esa noche por fin nos besamos. Me declaro su amor, se había enamorado de mí desde el primer día que me vio en el avión. Le dije que a mi me pasó lo mismo, que lo amaba. Por primera vez esa noche le di mi cuerpo, porque ya se había adueñado de mi corazón. Juraba amarme con locura, yo me moría de amor.

Pero algo muy doloroso vino a entristecer nuestras vidas. El amor de mi vida se enfermó gravemente. Sufría como una condenada, no podía dejarlo morir, era parte de mi vida.
Así estuvo dos semanas, y yo rogándole a Dios que le diera la salud, que no me lo quitara. Dios me escuchó, mi amor empezó a tener una rápida recuperación, ya no existía peligro alguno, yo lloraba de la alegría y le daba gracias a mi Dios. El día que le dieron de alta, y después que salí de mi trabajo, fui al hospital a buscarlo. Cuando voy por el pasillo hacia su cuarto, veo a su médico hablando con una mujer muy bella, al lado de ella, una hermosa niña como de unos cuatro años. Salude al médico y cuando me dirigía al cuarto de mi amado, el médico me dice; “Hola. Esta señora es la esposa del paciente que vas a ver, y la niña es su hija, ella ha venido a buscarlo para llevárselo” Sentí que me desmayaba. ¡Eso no podía ser cierto, yo era su amor, muchas veces me lo dijo! ¡No podía estar casado, estuvimos seis meses juntos! Quizás el medico hablaba de otro paciente.

No. El médico no estaba equivocado. Ese día me enteré de la verdad, mi príncipe azul, el hombre que quise, quizás hasta más que a mi vida, estaba casado. Hacia seis meses que estaba separado de su esposa, pero ahora estaba arrepentido, no se quería divorciar, quería una reconciliación y salvar su matrimonio, por el bien de su hija y porque aun sentía que amaba a su esposa. Lo más doloroso fue que todo eso me lo dijo frente a ella, y ya ella lo había perdonado porque también lo amaba, y tanto la niña como ella lo extrañaban.
Se me olvido que tenía un carro estacionado frente al hospital. Salí corriendo como una loca. Caminé por un camino solitario, verde su hierba, que al pisarla dejaba huellas de dolor y la mojaba con las lágrimas de un llanto desgarrador. Pasaron las horas, la noche cayó, la oscuridad me cubrió, el frío de mi cuerpo se aprovecho. El cansancio me venció, caí al suelo y no supe nada del mundo hasta el otro día cuando una señora me despertó, diciéndome, “¿Qué le pasa joven? ¿Esta enferma? ¿Quiere que la lleve al hospital?” Le di las gracias por su preocupación, ya yo era otra, no había amor en mi corazón, ni dolor en mi alma. Solo le pedí que me llevara a buscar mi carro. Temblaba como una hoja, pero dentro de mí sentí como una paz, un vacío, un sufrimiento muy profundo, pero tenia que seguir viviendo. Deje atrás aquel camino solitario, mire al cielo, el sol comenzaba a calentar mi cuerpo, calladita le di las gracias, un nuevo calor se apoderaba de mi alma; ya mis ojos no lloraban, ya en mi no había rabia ni rencor, no puedo quejarme, amé con pasión, ahora solo busco mi paz interior, y aunque suene como una mujer sin dignidad, puedo jurar que él a su manera también me amó, pero nunca me entregó por completo su corazón.

Fin.


Autora: Carmen L. Rosa
Derechos reservados.

2 comentarios:

  1. algunas historias son así Carmen, pedazos de tiempo, toda historia tiene su enseñanza, cuando nos empeñamos en mantener en la memoria lo que ya pasó se paga un precio emocional, lo mejor es asumir ese tiempo de disfrute, esas rosas rojas y esas palabras pues seguramente en ese momento fueron sinceras y avanzar con la convición de que amar es el mejor rescoldo de una relación. No todo es eterno, eso seguramente también pensaría su esposa, quién sabe qué será de la vida de todos, quédate con la parte buena, cuando aquella señora te ayudó a levantarte eso hizo, ayudarte a recuperar tu vida, el resto, pedazos de tiempo que se van uniendo, de veras. Un abrazo grande, si tu historia no es personal lograste conmoverme con ella y si lo es lograste emocionarme como para escribite todo esto. Cuidate amiga!

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  2. Gracias mi querida Cris por tus palabras bonitas y sabias. Todos tus comentarios tienen sentido. No es mi historia, es de alguien muy querida, que vivío ese momento amargo, para luego convertirse en un recuerdo dulce y lejano. Un beso.

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