lunes, 9 de marzo de 2009

DOS ALMAS GEMELAS.

En una tarde de lluvia, dos amiguitas, mirando por una ventana grande de la casa, conversaban; la niña de piel clara decía: "Eres oscura como la noche, y yo soy blanca como la nieve." La niña de piel oscura contestó: "Soy la hija del sol, por eso tengo este color, y tú eres esa nube que en alto se quedó." La niña de piel clara respondió: "Soy tan clara como la luna, tú eres una neblina." La niña de piel oscura dice, "Seré la noche y tú serás el día. Mientras doy descanso, tú das trabajo, cansancio, eres como un día pesado." Contesta la niña de piel clara, "Soy claridad, tú eres sombra, soy del jardín la flor más hermosa."
Contesta la niña de piel oscura, "Soy la nube que al mundo moja, por eso es que llueve parecido al llanto, tú eres la nieve que cae bonita, pero al pisar el suelo se ensucia." La niña de piel clara se pone triste. Para de llover. La niña de piel oscura mira hacia el cielo y ve un bello arco iris. Muy emocionada dice, "¡Ves amiga, un arco iris, y tiene muchos colores! ¡Está en el cielo y sonríe como un rey!" La niña de piel clara llora, "Si, es muy bonito, alegra el día y le da al cielo un lindo brillo. Perdóname amiguita, por haber sido tan cruel contigo."
La niña de piel oscura se sonríe. "No amiguita, no tengo nada que perdonarte. No me has hecho ningún daño, solo jugábamos. El color lo creó papá Dios para el arco iris, nosotras somos
humanas. Y para él solo somos corazón y alma." Las dos niñas se abrazaron y con ternura se besaron. La niña de piel clara sonrió y dijo, "Tienes razón Ana, por ser hijas de Dios, somos hermanas. No hay color, no hay razas. Las comparaciones te agobian, te cansan. Te quiero amiguita, jamás seré blanca, nunca serás negra. Somos dos niñitas que en el cielo adoran." La niña de piel oscura dice, "somos para papá Dios dos ángeles que envió al mundo, una muy clarita, otra más oscurita, porque así nos vio mucho más bonitas. Una bendición dice mi mamá, lo mismo dirá tu papá. Dios nos ama y no ve color. Solo al arco iris le dió esa belleza, para que miremos al cielo y veamos su grandeza."
"Es cierto Ana, cuando miras al infinito, se puede sentir esa paz que no tenemos aquí. La luna, el sol, las estrellas, y las nubes, son un paraíso." Las dos niñas volvieron a sonreír. Ana dijo, "Sarita, ya no llueve, vamos afuera a jugar a las escondidas." "Muy bien Ana, yo me escondo en tu alma, y tú me buscas en la mía."

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